La sociedad enfrenta un gran desafío el día de hoy, que continuará en las futuras décadas, ya que el sedentarismo y la falta de actividad física (AF) aumentan a medida que se desarrolla la tecnología, disminuye el uso de la fuerza en el ambiente laboral, aumentan los sistemas de transporte, la ingestión de alimentos de alta densidad energética, e inclusive el uso de drogas, afectando fuertemente la calidad de vida de los jóvenes.1
El periodo universitario define de manera importante los hábitos de vida, pues el estudiante comienza a relacionarse con nuevos grupos sociales, a modificar su rutina diaria y a adaptarse a nuevas costumbres debido a factores académicos, psicológicos, sociales y culturales, que repercuten en el estado nutricional y de estilo de vida.1,2
Actualmente el sedentarismo aumentó 15 % durante la pandemia por COVID-19, se ha reportado que estar recostado o reclinado por más de ocho horas se incrementó 5 % durante el confinamiento, según la ENSARS-CoV-2, lo que puede provocar la aparición temprana de enfermedades crónicas.3 El sedentarismo es considerado uno de los principales factores de riesgo para el desarrollo de enfermedades cardiovasculares, diabetes, sobrepeso y obesidad, que de igual forma se han asociado con bajo rendimiento académico,4 además de ser las principales causas de muerte a nivel mundial.5
Un estilo de vida sedentario es uno de los principales factores de riesgo que contribuyen al desarrollo del síndrome metabólico y a algunos tipos de cáncer, a la par de que se le ha adjudicado gran importancia para la salud. Para clasificar a una persona como sedentaria, se consideran las horas que permanece sentada en diversas actividades, como ver televisión, jugar videojuegos, conducir, entre otras. El sedentarismo, desde una perspectiva metabólica, se determina por un gasto energético < 1.5 equivalentes metabólicos (METs, por sus siglas en inglés; 1 MET= ~3.5 mlO2/kg/min) para llevar a cabo una AF.5,6
Por otro lado, la AF se define como cualquier movimiento corporal intencional, hecho con los músculos esqueléticos, que resulta de un gasto de energía que permite interactuar con los seres y el ambiente que los rodea.1 De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), el 60 % de la población no realiza suficiente AF a nivel mundial, es decir, es una población sedentaria;7 en México afecta al 58.3 % de las personas mayores de 18 años.8,9
Existen varios índices relacionados con el riesgo de desarrollar enfermedades crónicas degenerativas no transmisibles en poblaciones jóvenes, como la aptitud cardiorrespiratoria (ACR) y el índice cintura/talla (ICT); la primera hace referencia a la capacidad máxima respiratoria para tomar y utilizar oxígeno, normalmente expresada en METs, esta ACR es modificable por la AF, el hábito tabáquico y el peso corporal. Por otra parte, el ICT es un indicador antropométrico que señala una adiposidad en el área abdominal que está relacionado con diferentes factores como el sueño, sedentarismo, balance energético, calidad de la dieta y nivel de preparación física.10
De igual modo, otros indicadores determinan los niveles de adiposidad a través de la antropometría para cuantificar la variación de las dimensiones físicas y la composición del cuerpo permitiendo evaluar los efectos de una intervención nutricional.11,12 El índice de masa libre de grasa (IMLG) y el índice de masa grasa (IMG) son de utilidad para identificar si las variaciones de peso corporal son debidas a la masa grasa o a la masa libre de grasa, teniendo como objetivo medir y analizar los cambios de la composición corporal.13
El índice de forma corporal (IFC), definido como la métrica para evaluar las implicaciones para la salud de una determinada altura del cuerpo humano, masa y circunferencia de cintura (CC), calculado con la fórmula ABSI= 1,000*WC*Wt-2/3*Ht5/6, es adecuado para estimar la adiposidad abdominal, la cual está asociada con factores de riesgo cardiovascular y permite predecir cualquier causa de mortalidad.14 El índice de grasa fit (IGF), descrito como la ACR combinada con la relación cintura-estatura en forma de un índice de ajuste-grasa sobre el riesgo de diabetes, se calcula dividiendo los METs por el ICT. Las puntuaciones suelen oscilar entre 10 y 50 en una escala continua, donde las puntuaciones más altas son mejores; depende de la función en conjunto del sistema respiratorio, cardiovascular y musculoesquelético, ayudando a predecir el riesgo de diabetes tipo 2 (DM2) y puede interpretarse de manera que, las personas con menor grasa corporal no significan que sean más fuertes, y viceversa.10
El objetivo de este estudio fue correlacionar el nivel de AF con la adiposidad corporal de estudiantes universitarios de primer ingreso de una universidad pública del noroeste de México.