A fines de 2019 se identificaron cuadros de neumonía de etiología desconocida,1 los cuales eran causados por un coronavirus similar al virus SARS-CoV; este producía un síndrome respiratorio agudo severo denominado SARS-CoV-2,2,3 que podía causar desde síntomas similares a un resfriado común, hasta un síndrome respiratorio agudo con serias dificultades para el intercambio gaseoso alveolar, lo que lleva a resultados fatales. Fue denominada enfermedad por coronavirus 2019 (COVID-19),2-4 y por el número de casos, la Organización Mundial de la Salud (OMS) la declaró pandemia en 2020.3,5 Esto motivó políticas de salud con restricciones y confinamiento poblacional, que llevó al cierre de trabajos y escuelas en todos los niveles,6,7 lo que disminuyó la interacción social8 de marzo de 2020 a abril de 2022.9 El primer caso de COVID-19 en México se detectó en febrero de 2020;10 el número de casos de COVID-19 ha tenido fluctuaciones y los periodos con incrementos de contagios se han llamado “olas”.11
Tanto las restricciones como el riesgo de la infección viral afectaron a la población en general; se ha reportado que el confinamiento ha tenido un impacto negativo en la salud psicosocial, que en conjunto con el riesgo de infección situaron a la población en un estado de vulnerabilidad donde las limitaciones sociales, la mala nutrición y la baja actividad física, condujeron a estrategias de afrontamiento poco saludables como el incremento del consumo de alcohol y los atracones de comida;12 en el dominio cognitivo hubo efectos negativos en el funcionamiento conductual y emocional.13 Con respecto a la salud mental, se observaron durante la pandemia aumentos en los trastornos del sueño, trastornos postraumáticos, así como casos con depresión y ansiedad, en comparación con los niveles previos a la pandemia.14,15 En Francia, se encuestaron a 69 054 estudiantes de 16 a 24 años, encontrando una relación entre el aislamiento y la baja calidad de información sobre la COVID 19, y alteraciones en la salud mental, lo que reportó un aumento en la prevalencia de ansiedad y depresión, al igual que mayor riesgo de suicidio.16 En Estados Unidos, un estudio longitudinal que incluyó a 205 estudiantes, informó un incremento en los niveles de ansiedad y depresión durante la pandemia.17 En Inglaterra, se dio seguimiento a 40 520 sujetos mayores de 18 años durante 20 semanas después del inicio de la pandemia, en el que se halló un aumento de ansiedad y depresión que disminuía conforme avanzaba la pandemia.18
Sobre el impacto del aislamiento social en diferentes grupos etarios en la prepandemia, un estudio suizo recopilado desde 2012, en 21 597 sujetos mayores de 15 años, detectó que el aislamiento social aumenta constantemente con la edad y se relaciona casi sistemáticamente con problemas de salud y comportamientos desfavorables, dado que estos eran menos prevalentes a edades tempranas, y se observó que esta problemática estuvo más fuertemente asociada con malas condiciones de salud, malos hábitos de autocuidado y una salud mental afectada principalmente por cuadros depresivos en edades más avanzadas.19 En otro estudio prepandemia (2017), en Singapur, se encuestaron a 1 919 a sujetos mayores de 21 años, en el que hubo una asociación significativa de indicadores de aislamiento social y soledad con síntomas depresivos.20
En México, se han llevado a cabo pocos estudios al respecto; Toledo-Fernández et al.21 realizaron un estudio longitudinal que incluyó a 552 sujetos de 18 a 60 años, en el que se reportó que el nivel de estrés durante la primera y segunda ola de la pandemia tuvo un aumento significativo; sin embargo, no encontró cambios en la ansiedad y depresión. Betancourt-Ocampo et al.22 hicieron un estudio con 2 307 sujetos mayores de 60 años, e indicaron que los niveles de ansiedad, estrés y depresión, incrementaron únicamente durante la tercera ola de la pandemia. Cortés-Álvarez et al.23 al estudiar a 1 088 docentes en todos los niveles de educación (básico, medio superior y superior), encontraron aumentos en estrés, ansiedad y depresión, relacionados con la pandemia. Genis-Mendoza et al.24 efectuaron un estudio transversal en el que encuestaron a 1 011 sujetos mayores de 18 años, y encontraron que por el confinamiento se produjeron cambios en la higiene, la alimentación, la calidad de sueño y trastornos en la ingesta de alimentos. Además, registraron un incremento en síntomas depresivos, ideación suicida y comportamiento suicida, excepto en algunos individuos que ya tenían síntomas depresivos antes de la pandemia, en quienes el aislamiento parece haber promovido una disminución de sus síntomas. En un metaanálisis publicado en 2022, Ochoa-Fuentes et al.25 analizaron 32 artículos con sujetos de dos a 17 años, cuyos hallazgos mostraron una alta prevalencia de estrés, ansiedad y depresión, asociados al confinamiento y al distanciamiento social, en niños y adolescentes mexicanos, y reportaron que el grupo de mujeres tuvo mayor impacto en el nivel secundaria.
Dado que se ha comunicado la asociación entre la disminución de interacciones sociales por aislamiento y el estado de salud mental de las personas a partir de la pandemia por COVID-19, este trabajo evalúa en una muestra de personas relacionadas con la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), el número de salidas que hicieron durante el confinamiento y su posible relación con la depresión, esto durante el momento más álgido de la pandemia por COVID-19.7 El estudio fue diseñado para conocer el impacto del confinamiento sobre el estado de depresión y el riesgo de suicidio entre diferentes grupos etarios.