El presente trabajo tuvo como objetivo determinar la presencia de somnolencia diurna, la calidad de sueño, la preferencia matutinidad-vespertinidad y los síntomas depresivos en estudiantes de licenciatura de una universidad pública de la Ciudad de México, que realizan actividades deportivas.
Se documentó que los deportistas mostraron mayor grado de somnolencia que los no deportistas, ya que estos últimos dormían más tiempo; pero la somnolencia tuvo una mayor prevalencia en las mujeres de ambos grupos. Lo anterior difiere de lo informado por Tsou y cols.,27 quienes encontraron que la prevalencia de la somnolencia era más alta en el sexo masculino, siendo el tabaquismo el principal factor de riesgo asociado, pues se ha encontrado que la nicotina afecta la calidad del sueño; no obstante, en este estudio, a pesar de que el tabaquismo se reportó con mayor frecuencia en los hombres, la somnolencia fue mayor en las mujeres. Aún así, los datos de la presente investigación coinciden con el estudio realizado por Fatani y cols.,28 quienes evaluaron el papel que juega el género sobre la somnolencia, demostrando que la prevalencia fue mayor en las mujeres, lo cual se asoció a las pocas horas de sueño por la noche, factor encontrado en esta investigación, predominando en las mujeres deportistas.
Con respecto a los hábitos, se advirtieron algunas diferencias entre los estudiantes no deportistas y los deportistas, pues los primeros presentaron mayor consumo de bebidas estimulantes, y los segundos mayor sensación de agresividad, pero la percepción del resto de los hábitos fue similar entre ambos grupos, incluso la presencia de mal rendimiento durante el día e hiperactividad que fue discretamente mayor entre los deportistas. A pesar de que el consumo de bebidas estimulantes (principalmente el café) fue más alto en el grupo de los no deportistas, esto no provocaba un aumento en la somnolencia ni una disminución en las horas de sueño, lo que puede deberse a diversos factores, según Weibel y cols.,11 como el horario de su consumo y el desarrollo de tolerancia por la ingesta recurrente del estimulante, debido a que los efectos de la interrupción del sueño desaparecen con una ingesta continua de dosis altas de cafeína (400 mg) a lo largo del día; sin embargo, el horario y la cantidad de café no fueron abordadas detalladamente entre los dos grupos de estudiantes.
Se identificó que no existen diferencias significativas en el índice de masa corporal (IMC) entre los deportistas y no deportistas, como se esperaría, considerando que la actividad física debe influir positivamente en el peso, asociándose a menos niveles de sobrepeso y obesidad, lo que se explicaría debido a que los hábitos entre ambos grupos fueron similares. De acuerdo con el metaanálisis llevado a cabo por Saunders y cols.29 la mejor combinación para tener una salud óptima en términos de medidas favorables de adiposidad y salud cardiometabólica debe basarse en una actividad física alta, sueño largo, y un sedentarismo bajo, situación no observada en ninguno de los grupos del presente estudio.
La mala calidad del sueño fue una constante en los estudiantes encuestados, dado que el 68% de los deportistas y el 58% de los no deportistas fueron malos dormidores de acuerdo con el ICSP; lo anterior es similar a lo descrito Schlarb y cols.10 que estimaron una prevalencia del 60.7% de mala calidad de sueño en universitarios alemanes y luxemburgueses, siendo mayor en el sexo femenino, quienes experimentaron mayor vulnerabilidad a los trastornos del sueño, comportamiento semejante al de las mujeres no deportistas de esta investigación.
La mala calidad del sueño deriva de la cantidad inadecuada de horas de sueño; así, se advierte que los encuestados, principalmente deportistas, dormían menos de siete horas, las mínimas recomendadas por la Academia Americana de Medicina del Sueño (AASM, por sus siglas en inglés) para ese grupo de edad.30 La deficiencia en la cantidad de horas de sueño junto con una inadecuada calidad del mismo, son factores que incrementan el riesgo de padecer somnolencia diurna excesiva; no obstante, a pesar de estar presentes dichos factores, en este estudio solo una quinta parte de los deportistas y una décima parte de los no deportistas padecían algún grado de somnolencia, por lo que se sugiere que el ejercicio no ofrece beneficio evidente para la calidad de sueño y la somnolencia. Lo anterior es similar a los resultados conseguidos por Grandner y cols.,31 quienes estudiaron la duración de sueño, calidad de sueño, insomnio, fatiga y apnea, en un grupo de estudiantes deportistas, en los que se encontró que la mala calidad de sueño es una constante que se acompaña de insomnio y fatiga asociándose con estrés, depresión y ansiedad, cuyas causas son multifactoriales, como hábitos de estudio nocturnos, viajes de una competencia a otra, entre otros. Un estudio realizado por Leeder y cols.32 comparó los hábitos de sueño entre deportistas y no deportistas, y se advirtió que los deportistas tienen peor calidad de sueño en virtud de que pasan más tiempo en cama, presentan mayor latencia del sueño y una menor eficacia de este, lo cual se veía influenciado por la intensidad del entrenamiento, horario de este y el estrés asociado al entrenamiento y las competencias.
El resultado observado en el presente estudio no es consistente con una relación bidireccional positiva entre la actividad física y el sueño propuesta en estudios recientes;33,34 aun así, los beneficios del ejercicio y del sueño parecen depender de factores indirectos, no siempre bien controlados, tanto en esta investigación como en lo reportado en la literatura, tales como la exposición a la luz, cambios en la ingesta de alimentos, el estado de ánimo y los ritmos circadianos.34 El horario en que se lleva a cabo el ejercicio parece influir en la mejora del sueño; sin embargo, esta variable no fue considerada en la presente investigación.34 Si bien el ejercicio tiene un efecto moderado sobre la calidad del sueño, reflejado con puntuaciones mínimas en el ICSP, los componentes o subdominios del cuestionario, como el tiempo de sueño, la duración del sueño y el uso de medicamentos, no presentaron mejoras significativas de acuerdo con la revisión hecha por Yang y cols.,35 cuyo resultado fue similar al de esta investigación. Es importante mencionar que se ha demostrado que los deportistas no tienen un efecto benéfico sobre el sueño cuando este se acompaña de alteraciones circadianas, cambios en los hábitos de sueño, estrés y dolores musculares por el ejercicio intenso, los cuales son un común denominador en la etapa estudiantil que pudieron repercutir en el resultado encontrado en este estudio.34
Se ha evidenciado que el cronotipo (matutino o vespertino) juega un papel fundamental en el funcionamiento integral del individuo;15 asimismo, la edad es un factor primordial que modifica el cronotipo, ya que de los 17 a los 20 años suele darse una preferencia por la matutinidad, posteriormente se da una inclinación por la vespertinidad y en la edad geriátrica predomina la matutinidad.36 Según Adan y cols.37 el 40% de la población se sitúa en los grupos matutino y vespertino, frente al 60% que no tiene un patrón de actividad predominante, aunque los resultados de este estudio difieren con lo anterior, pues solo se pudo establecer un único cronotipo (vespertino) en el 24% de los deportistas y en el 40% de los no deportistas, mientras que el resto no tenía ningún cronotipo definido. Lo señalado pudiera estar relacionado con que la etapa universitaria se acompaña de periodos de alto estrés, modificaciones en el patrón de sueño (dificultades para conciliar el sueño, despertares nocturnos, dormir poco, estudio nocturno, sueño no reparador), y actividad social nocturna, entre otros factores.10,31 Como se mencionó anteriormente, el cronotipo parece ser un determinante en la conducta del individuo;16,38,39 aun así, en los estudiantes universitarios encuestados el cronotipo no tuvo relación con el sexo, ni con los rasgos psicológicos y conductuales de los mismos.
De acuerdo a Gujral y cols.,40 la actividad física tiene efectos potencialmente beneficiosos en la reducción de la depresión; sin embargo, hay evidencias controversiales, pues los estudios de Kleppang y cols.41 han revelado que no existe un beneficio de la actividad física per se en la salud mental del individuo, sino más bien depende de las interacciones sociales; en tanto que las investigaciones de Hosker y cols.42 han evidenciado un efecto protector del ejercicio contra la aparición de la depresión, así como una disminución de los síntomas depresivos y las ideas suicidas en los estudiantes; no obstante, en la población de esta investigación la prevalencia de síntomas depresivos fue similar en ambos grupos, presentándose incluso con mayor severidad entre los deportistas. Se ha expuesto que los deportistas no son inmunes a la depresión, porque contrariamente a lo esperado tienen mayor riesgo debido a las exigencias físicas y psicológicas impuestas por el ambiente deportivo, lo que tiene una estrecha relación con el nivel de exigencia deportiva, es decir, al ser un deportista profesional de élite existe una mayor exigencia deportiva, un mayor sobreentrenamiento que lleva a un agotamiento y finalmente una mayor depresión; en cambio, si el deporte se lleva a cabo por hobby este suele tener un efecto positivo en la salud mental del individuo.19,43